viernes, 21 de septiembre de 2012

El escándalo nunca visto de los hijos de Calderón

Foto: Cuartoscuro
Jamás fue visto, por la sencilla razón de que nunca existió. Si de algo saldrá bien librado el Presidente Felipe Calderón es que durante su mandato en ningún momento sus descendientes se vieron envueltos en una polémica de grandes dimensiones, de esas que quedan marcadas en la historia y por las cuales son recordados algunos sexenios anteriores.

Quizás por mera lógica de su edad, los niños Calderón Zavala se mantuvieron fuera del ojo inquisidor de los medios y aparecieron en contadas ocasiones, prácticamente en eventos protocolarios donde se esperaba que el Presidente acudiera con su familia.

María, la mayor, tenía tan sólo 9 años cuando su padre llegó a Los Pinos, mientras su hermanos Luis Felipe y Juan Pablo contaban apenas con 7 y 3 años de edad, respectivamente.

Por eso mismo, sus aventuras no podían pasar de algunas simples travesuras infantiles y cuando mucho, aprovecharon la posibilidad de ser hijos de un presidente en funciones para jugar un mano a mano con una estrella del futbol mundial como Iker Casillas o bien celebrar el campeonato ganado por su equipo favorito en pleno vestidor.

Nada que se compare con los detallitos ventilados por sus antecesores que despertaban risa, furia y locura en la población general.

Y es que cómo olvidar esos momentos de pena ajena de bolsas Louis Vuitton piratas usadas por Ana Cristina Fox o la puntada de querer llevar una vaca a los jardines de la residencia oficial por su hermano Vicente para que su papá tomara leche bronca, como estaba acostumbrado.

Imborrable también hasta nuestros días la paliza que el Estado Mayor le propinó a un miembro de la seguridad de Bono en pleno concierto de la banda U2, durante el periodo en que gobernó Ernesto Zedillo, y todo porque su hijo se tomó la libertad de querer llevarse un recuerdo al tacto del músico irlandés.

Por supuesto, cortos se quedan ante las sospechas de tráfico de influencias de las que aún ahora son objeto los vástagos de Marta Sahagún.

El único momento en que los herederos de Felipe Calderón estuvieron en el ojo del huracán (y seguro ellos ni cuenta se dieron) fue en 2007, luego de que en el tradicional desfile militar de ese año con motivo de la celebración de la Independencia, los dos varones aparecieran vestidos con uniformes verde olivo y unas estrellas bordadas en sus gorras.

Ese acto provocó el grito en el cielo y el rasgamiento de vestiduras de algunos legisladores (del PRD, por supuesto), pues acusaban una afrenta contra los códigos militares, más que nada por el uso de insignias, que los habrían situado en el grado de un Mayor y un Teniente Coronel.

Fueron los mismos generales del Ejército quienes tuvieron que recordarles que hasta los Polivoces, en sus papeles de Juan Garrison y Agallón Mafafas, llegaron a portar insignias, algunas incluso hechas con corcholatas. De hecho, entre el medio castrense el acto de los menores fue tomado como un halago en lugar de una ofensa.

Ahora que están por cambiar de domicilio, María, Luis Felipe y Juan Pablo serán recordados por haber dado un periodo de descanso a las extravagancias y excesos de los hijos de presidentes.

Ya veremos si para el próximo sexenio los nuevos inquilinos logran mantener ese perfil. No la tienen fácil, pues a diferencia de los Calderón Zavala, los Peña Rivera llegarán con cinco hijos en la edad de la punzada (es decir, en la adolescencia) y aún antes de arribar, una de ellas (Paulina Peña Pretelini) ya dio de qué hablar y se encuentra en el inconsciente colectivo de ciertas ‘proles’; mientras la hija mayor de la futura Primera dama se mueve en los campos de la actuación televisiva, por lo que será complicado mantenerla fuera del alcance de los paparazzi. Pero, ¿quién puede adivinarlo? En una de esas nos dan una sorpresa.

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