El sábado, el Consejo
Nacional del PAN acordó crear una comisión de evaluación y mejora que
deberá proponer una reforma integral en dos meses. Puso como límite el
mes de marzo del 2013 para llevar a cabo la Asamblea Nacional que
apruebe las medidas sugeridas por los comisionados. Y acordó que la
comisión evalúe la redefinición de “los mecanismos de afiliación y
depuración de la membresía del PAN, la selección de candidatos, la
elección de dirigencias y el financiamiento público del partido”.
Suena bien, en principio.
El PAN lleva seis años de debacle en debacle;
justos los seis años en los que Felipe Calderón se ha impuesto a su
propio partido. Hay que recordar, por ejemplo, las elecciones
intermedias de 2009, que convirtieron a Germán Martínez, amigo del
Presidente, en el primer líder nacional –en la historia de ese partido–
en renunciar a causa del fracaso. Y bueno, como cereza de la cascada de
derrotas, la del pasado 1 de julio.
El sábado también, por primera vez, Felipe Calderón aceptó que es parte
de esa derrota. Un mes después. Aunque enfatizó en que su gobierno “está
bien evaluado” y que el lema “Diferente” utilizado por Josefina Vázquez
Mota “no reconoció los logros” de su gobierno.
Con ese argumento, el Presidente se ha encargado de empujar la comisión…
que queda en manos de su familia y sus amigos de toda la vida, a saber:
Luisa María Calderón, Luis Felipe Bravo Mena, Germán Martínez, César
Nava, Juan Molinar Horcasitas y, para simular algo de pluralidad,
Santiago Creel y Fernando Canales Clariond entre otros.
Calderón quería que se fijara una fecha para esta “refundación” porque
sabe que desde el 1 de diciembre sus márgenes de maniobra se reducen. Lo
logró. El sábado, los consejeros calderonistas celebraron que se haya
fijado un plazo límite, como lo pedía el Presidente desde su discurso
inaugural.
Algunos dicen que Calderón quiere mantener el poder porque no se acepta
como ex Presidente. Teme quedar vulnerable a los enemigos políticos que
engendró: toda la izquierda, una parte del panismo que ahora está
aplastado, y el PRI, que creció a su amparo y que, aunque ahora es su
aliado (los enemigos de mi enemigo Andrés Manuel López Obrador son mis
amigos), esperará a la primera oportunidad para presionarlo. Y vaya que
Calderón es “presionable”. Allí están, como ejemplo, el resultado
nefasto de su guerra y los innumerables casos de corrupción de su
mandato.
Otros dicen que, ávido del poder que ha ejercido, pretende, con amigos y
familiares, preparar el terreno para, en su momento, lanzar a su esposa
como precandidata a la Presidencia de la República. A Margarita Zavala.
Sonaba bien refundar a ese partido. Pero si el elemento corruptor es el
que encabeza las “reformas” son malas noticias para el PAN.
Calderón está pensando gobernar este partido como lo hizo con el país
durante seis años: imponiendo su mano dura, a punta de manotazos,
implacable con sus enemigos políticos, intolerante frente a la crítica.
El PAN pasa por una larga noche, una era de oscuridad.
Álvarez, Madero, Calderón y Margarita
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