Abaratar la fuerza de trabajo es la tendencia más sólida desde hace
tres décadas, cuando se inauguró el nuevo rumbo económico y social aún
hegemónico en México, el del capitalismo salvaje comúnmente denominado
neoliberalismo.
Pero las trasnacionales (estadunidenses,
españolas, japonesas, británicas, francesas…) y los dueños nativos del
país, voraces como pocos, están insatisfechos y quieren y exigen más
espacios en los listados de la revista Forbes, en vías de tener edición
mexicana.
Y en esa que presentan como altruista meta, los
auxilia la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
que preside José Ángel Gurría –también conocido como El ángel de la
dependencia y por ser un muy precoz jubilado de Nacional Financiera–,
organismo que asegura que si el Congreso aprueba la iniciativa
preferente de reforma laboral de Felipe Calderón, México ganaría 50
escalones en la lista de países más productivos de la aldea global.
Seguramente tiene razón la OCDE, pero como todas las voces demasiado
interesadas en la precarización del trabajo y la abolición de buena
parte de los derechos laborales obtenidos a lo largo de un siglo, omite
los vastos costos sociales que ello implicará para México.
A
título de ejemplo. Roberto González Amador consignó en La Jornada que l
os productos manufacturados en México comenzaron a desplazar a los
elaborados en China en el mercado estadunidense, el mayor del mundo. Y
la Secretaría de Hacienda ya echó las campanas a vuelo y lo presenta
como “una muestra de la fortaleza de la economía nacional”.
Dice el reportero especializado que la mala noticia para los
trabajadores aztecas es que ese nuevo auge se construye sobre la base
del castigo de sus salarios. E ilustra: En la última década el salario
promedio en el sector manufacturero chino se multiplicó por cuatro,
mientras en México se mantuvo estancado.
Con base en datos de
la Organización Internacional del Trabajo y el Instituto Nacional de
Estadística, Geografía e Informática, en 2002 el salario promedio en el
sector manufacturero mexicano era 237.9 por ciento más elevado que en
China, medido en dólares. La notable diferencia se esfumó, pues en 2011
fue de sólo 7.3 por ciento y la brecha se sigue cerrando. Por cierto,
quienes desde el aparato mediático oligopólico simplifican las raíces de
la impresionante potencia económica, financiera y tecnológica de la
República Popular China como derivada del “trabajo esclavo”, tienen el
trabajo de revisar y pronto sus esquemas.
El gobierno de
Calderón Hinojosa, al que por fortuna le quedan 67 días para privilegiar
desmedidamente los intereses del gran capital, puja a fondo por su
proyecto para incrementar en forma sustancial la productividad a costa
de los salarios y las prestaciones cada día más deteriorados, sobre todo
entre los jóvenes donde predominan salarios raquíticos y carecen de
seguridad social, incluso de generalizar la extendida práctica de la
jornada laboral sin pago y sólo a base de propinas.
Ninguna
medida significativa toma el abogado, economista y administrador público
de Los Pinos para hacer más eficiente el costosísimo aparato
burocrático. Por ejemplo, para tramitar la “Renovación y revocación de
la firma de Fiel”, en el Sistema de Administración Tributaria, acudí a
cinco citas y el contador Alberto Castillo Torres a dos. ¡Para un
trámite bianual!
La protesta ya está en las calles (marcha del
Ángel al Zócalo) y las fábricas (Nissan de Jiutepec, Morelos) por la
irresponsable audacia de emprender una reforma de fin de gobierno y
heredarle los grandes y riesgosos costos políticos al de Enrique Peña
Nieto.
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