Lo que se ha olvidado generalmente en la disputa por la victoria de Peña
Nieto es que las políticas que proyecta son casi exactamente las mismas
que las impulsadas por el PAN durante los últimos doce años. Como
Calderón, las prioridades de Peña serán las reformas laboral, fiscal y
energética; todas las cuales favorecerán esencialmente a los gigantes
inversionistas extranjeros por sobre las necesidades de la mayoría pobre
(y creciente) del país. El PRD, que es ahora la segunda fuerza política
en las dos cámaras del congreso, ya ha anunciado su intención de
bloquear las reformas.
Peña también continuará el desastre que ha
sido la “Guerra contra la Droga” financiada por EE.UU. – con la
excepción de unos pocos ajustes estéticos como la creación de una Fuerza
Nacional de Policía; reclutada en gran parte del ejército y de la
existente Policía Federal. Más allá, se mantendrá la mentalidad de
Estado de seguridad de Calderón; atacando a miembros de bajo rango de
las bandas (los pobres), a esos molestos defensores de los derechos
humanos, y a cualquier grupo que se considere “desestabilizador” del
país (elija a su gusto).
La guinda del pastel: el presidente
electo ha contratado a la firma de relaciones públicas basada en
Washington Chlopak, Leonard, Schechter & Associates para pulir su
imagen internacional antes del 1 de diciembre. Los clientes anteriores
de la agencia incluyen a Ernesto Zedillo (el último de los dictadores
del PRI, acusado actualmente de ser el autor intelectual de la masacre
de Acteal en Chiapas en 1997), al ex presidente colombiano Álvaro Uribe,
y al régimen golpista hondureño de Roberto Micheletti.
Es oficial, por lo tanto: ¡bienvenido al club de “nuestros bastardos”, Peña!
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