jueves, 6 de septiembre de 2012

Cómo “funciona” la democracia mexicana

De muchas maneras, ya es un déjà vu, Felipe Calderón del derechista PAN derrotó a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) del PRD por solo 0,56% de los votos. Gracias al mordaz libro sobre Calderón del veterano periodista Julio Scherer García, sabemos que el PAN pagó unos 800.000 dólares a la compañía Hildebrando –de propiedad parcial del cuñado del presidente– contratada por el IFE para diseñar el software electoral. Junto con la pista de papel, la confirmación provino directamente de boca del ex presidente del partido Manuel Espino.

Este año, el PRI, que gobernó México durante 71 años consecutivos como una dictadura de facto (“la perfecta dictadura” según el escritor peruano Mario Vargas Llosa), adoptó una táctica mucho más simple: arrojar dinero por doquier. Es un procedimiento bastante acostumbrado en, digamos, EE.UU., donde las elecciones son una lucha libre corporativa, pero en México reformas electorales introducidas desde los años noventa fueron creadas específicamente para impedir una farsa semejante.

Muy útil en la gran impostura del PRI en 2012 fue el Grupo Financiero Monex, que canalizó hasta 296,5 dólares de donaciones corporativas e (inevitablemente) de beneficios del narcotráfico a los cofres de la campaña de Peña Nieto. Ese dinero no solo ascendía a doce veces el límite legal de gastos, sino también sirvió para regalos, proyectos de construcción y otros instrumentos de coerción. Mientras tanto, se sumaban las historias de matones del PRI que destrozaban material de campaña de la oposición e intimidaban físicamente a votantes que se negaban a ser sobornados.

En un divertido acto secundario, el empresario mexicano-estadounidense José Luis Ponce de Aquino demanda actualmente al PRI en un tribunal de California porque no le entregaron los 56 millones que le ofrecieron por la promoción de Peña en su cadena La Frontera en EE.UU. El pobre bobo ha implicado desde entonces a compañías como GAP, FIG, GM Global y Jiramos en el escándalo, y afirmó que recibió amenazas relacionadas con el origen del dinero que le fue prometido; es decir, el crimen organizado.

Sobre todo, sin embargo, la victoria del PRI fue cuestión de masiva propaganda. Grandes agencias de sondeo de opinión como GEA/ISA y Consulta Mitofsky han sido acusadas de exagerar deliberadamente la popularidad de Peña Nieto durante meses antes de la elección – predijeron una ventaja de un 40%; ganó por menos de 10%. Los medios dominantes exageraron esos sondeos sin cuestionarlos. El (conservador) periódico Milenio se ha disculpado desde entonces por aceptar a ciegas los sondeos de GEA/ISA, de propiedad de un miembro del PRI de toda la vida y ex jefe de la compañía petrolera estatal PEMEX.

Desde el punto de vista de la derecha mexicana, todo ese “negocio” fue necesario para impedir que el país cayera en manos de lo que un periódico derechista calificó de “chavismo al estilo venezolano”. Gigantes extranjeros de las inversiones, la Casa Blanca y los diez multimillonarios que son dueños de la mitad de la riqueza de México pueden dormir tranquilos por ahora; gracias a Dios.

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