México es extraoficialmente el país de los muertos. Tenemos más
muertos que en un país en guerra. Tenemos más víctimas de un sistema de
gobierno que cualquier otra patria que se jacte de ser nación en la
tierra. Lo acepte o no, directa o indirectamente, los muertitos con que
el país cuenta a la fecha, de la manera más conservadora son gracias a
las decisiones que un gobierno ha logrado frente a una realidad de
violencia abrumadora, a la que inocentemente, también respondió con más
violencia.
Y es que ningún país en guerra actualmente puede
superar el número de víctimas que ha causado la guerra que inició quien
todos sabemos hace seis años, y que ahora se marcha, seguramente fuera
del país, pues tiene harta cola que le pisen y para eso no hace falta
ser genio y darse cuenta.
Esta cultura, acostumbrada a convivir
con los muertos, nunca antes ha hecho mejor honor a su tradición como
ahora que las calaveras sobran y los cementerios se quedan cortos, pues
según los cálculos más modestos en cuanto a fosas comunes se refieren,
más de 24 mil fallecidos en este sexenio han ido a parar lejos del campo
santo, sino a fosas comunes.
Si la justicia ha existido algún día
en este país de los lamentos y esperanzas, ¿será posible que se haga la
mínima justicia al responsable directo o indirecto de este baño de
halloween en el que nos volvimos como pueblo? La respuesta que tienes en
mente, señor lector, es la misma que yo me resuelvo al preguntarme esto
mismo: No, no será juzgado ni habrá la mínima responsabilidad de lo
ocurrido al presidente que inició la guerra queriendo validarse ante la
nación. Por el contrario, se ha hecho acreedor como todo presidente que
pase por Los Pinos, a una pensión vitalicia que ya quisiera el más rico
de los ricos en este país inocente de justicia cual 28 de diciembre con
las bromas más macabras que nunca pensamos que pudieran ocurrir. Y si no
me creen, pregúntenle al presidente.
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